¿Has oído hablar de la influencia de la perfección? Es probable que si. Si te encuentras en una etapa de cambios, tanto si buscas un nuevo empleo como si tienes la idea de emprender, es probable que algunas palabras o expresiones se hayan cruzado por tu mente.
“Quizás no esté preparada en este momento”
“Necesito saber más de lo que están pidiendo”
“No cumplo todos los requisitos”
“No me lo van a dar”
“¿Quien me va a comprar lo que vendo?”
“Estoy demasiado vieja para iniciar esto”
Seguramente hayas pensado en esto alguna vez, ¿verdad? Pues, antes que nada, debes saber que es habitual. Le pasa a muchas mujeres, a más de las que crees y eso nos dice algo: que no estamos solas en esto. Así que, para comprender mejor porqué tenemos estos sentimientos y cómo influyen en nuestro desarrollo profesional y emocional vamos a analizar causas, consecuencias y posibles soluciones. ¿Te animas?
La influencia de la perfección
Hablemos de la influencia de la perfección. ¿Has sentido, alguna vez, que te falta algo para alcanzar la perfección? Y no hablamos en el sentido físico de la palabra, eso ya atañe a temas superficiales que, en definitiva, no tienen nada que ver con el crecimiento personal. Hablamos, más bien, de ese sentimiento de que “algo” falta. Puede ser que, por ejemplo, haya un empleo que sea el de tus sueños o un negocio que parece perfecto para ti. Ese empleo te llama poderosamente la atención e, incluso, te puedes imaginar trabajando en ese lugar. Puede que, también, ronde en tu cabeza un sueño persistente. La idea de crear tu propio emprendimiento, vender aquello que tanto te gusta, trabajar de eso que tanto te apasiona. Pero… hay algo que te frena. ¿Qué es?
Quizá pienses que necesitas cumplir el 100% de los requisitos para tener ese empleo. Pues la preparación emocional, mental y física ante una entrevista de trabajo es muy importante. O, tal vez, no te sientas preparada para lanzarte como emprendedora, como tu propia jefa. Puede que la falta te capital te asuste o el no poder hacer todos los cursos sobre el tema que te interesa o el no haber completado perfectamente una lista de requisitos. El miedo existe, y es normal. Pero, lo que debes preguntarte es: ¿dejaré que ese miedo me limite? ¿Dejaré que el concepto de “perfección” determine mis acciones?
Es entonces cuando la famosa “perfección” se cruza en nuestro camino. Y, ¿en qué consiste? ¿de qué se trata esta influencia de la perfección? Básicamente, en tenerlo todo solucionado, todo bajo control y cumplir una lista imaginaria de características para estar preparada para algo nuevo. La persona perfeccionista es aquella que centra sus pensamientos en un objetivo de manera muy rígida y cerrada. Es, además, alguien muy crítico consigo mismo, cree que siempre todo puede estar mejor. Esto, en realidad, tiene dos caras: la cara constructiva y la cara destructiva. Lo que se relaciona, a su vez, con otro concepto, la autoexigencia y el control
Las mujeres y la autoexigencia
Si eres autoexigente contigo misma, en primer lugar, debes felicitarte. Ser autoexigente no tiene nada de malo, es, de hecho, un motor. Es un motivo de reconocimiento y lo que te motiva a seguir. La autoexigencia positiva o constructiva es aquella que actúa como alimento, la que te permite crecer, enfrentar nuevos desafíos y animarte a los cambios. Se trata de un aspecto importante para enfrentar la conformidad o salir de la zona de confort. Es lo que te mueve de un lugar a otro, no necesariamente físico; sino emocional o profesional. Es la labor personal de superarse y crecer.
Ahora bien, también existe una autoexigencia negativa o destructiva, relacionada al perfeccionismo; o, al menos, a esa idea de perfección que nos vende la sociedad, la televisión o algunas publicidades. Es aquí cuando se percibe la verdadera influencia de la perfección: esa creencia de que para obtener cierto empleo necesitamos una gran cantidad de habilidades y conocimientos; o de que para poder emprender debemos tener una gran cantidad de dinero o una completa seguridad en nosotras mismas y nuestras capacidades. De hecho muchas estadísticas y estudios revelan que una mujer no aplica a un cargo cuando no cumple todos los requisitos de la oferta de empleo, mientras que los hombres si cumplen el 50% de ellos se arriesgan más.
En este sentido cabe destacar que, desde tiempos históricos, a las mujeres se les ha inculcado una idea errónea: deben esforzarse más que los hombres para lograr algo. Lo cierto es que, hoy en día, más del 50% del campo laboral está ocupado por mujeres y, aunque muchos pensamiento se han suavizado o eliminado, aún existen prejuicios. Y son estos lo que, muchas veces, llevan a la inseguridad o inconformidad con nosotras mismas.
Porque sí, está bien que seas exigente contigo misma y que busques superarte constantemente. Lo importante es que, en el camino, no pierdas tu propia personalidad, no cambies para satisfacer a otros y, sobre todo, no confíes en que el poder para lograr algo está dentro de ti y no depende de lo que digan otros.
Quererte, confiar en ti y permitirte fallar
Para evaluar tu propia autoexigencia debes pensar en tu diálogo interior. Pregúntate: ¿de qué manera me trato?, ¿cómo reacciono cuando algo no sale como lo esperaba?, ¿qué actitud tomo ante un error propio?, ¿me bloqueo o avanzo cuando fallo?, ¿me critico demasiado o busco la manera de explorar y aprovechar mis habilidades?, ¿creo en mi?, ¿confío en mis capacidades?, ¿me creo capaz o inteligente?
El primer paso para dejar de lado la idea de perfección es saber y reconocer que todas somos diferentes; todas tenemos distintas capacidades, variados gustos, diversas habilidades o talentos. En segundo lugar, entiende que eres única, por lo que sería imposible alcanzar una perfección que no existe; sino que se asocia a figuras irreales.
Y, en tercer lugar, y lo más importante: piensa desde tu lugar de ser humano, ser que falla, que se equivoca, que aprende y que puede superarse.
Tener expectativas es excelente, como así también es vital para nosotros tener una meta o sueño que cumplir. Lo importante es que, en el camino, no te critiques, no busques la perfección, pues no existe.
Respeta tus propios tiempos para aprender, reconoce todos tus logros, por más pequeños que sean, no te centres en tus errores más que para aprender de ellos y mejorar. Disfruta del camino, el paso a paso, sea cual sea tu meta. No dejes que la autoexigencia o la falsa idea de perfección te impidan aprovechar cada momento previo. La influencia de la perfección puede ser muy grande si te dejas guiar por ella, por lo que piensa por ti misma y muévete solo por lo que realmente te hace ser quien eres.
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